Tenía un dibujín pero no encuentro el rotring

Ya he ordenado el diario del viaje a China. Ahora me falta transcribirlo. Y sobre todo... encontrar las ganas de hacerlo.

Mañana Simón se levantará, se lavará la cara, se vestirá, se tomará sus cereales, cogerá su mochila y se subirá a un taxi que le dejará en Méndez Álvaro, donde montará en un autobús con Karlos, con Jokin, con Sami y conmigo, para ir al campo a pasar el día en la casa de mi suegra.

O eso es lo que él cree. Porque lo que pasará realmente, es que le llevaremos hasta el aeropuerto, donde cogeremos un avión que nos llevará hasta París, donde alquilaremos un coche que nos llevará directamente al hotel Disneyland, donde pasaremos seis días disfrutando de la (pre)navidad Eurodisney.

Lleva tres días nervioso y emocionado sólo por pasar el día en el campo (ya he hablado otras veces de su incombustible entusiasmo), así que Karlos y yo, empezamos a temer que cuando vea el avión y sea consciente de que va a montar en él, le dé un síncope feliz y tengamos que pasar nuestras disneyvacaciones metidos en un disneyhospital.

Y eso sólo por ver el avión, porque cuando ya vea a Buzz Light Year... lo mismo hasta crece, el pobre.

Sobra decir que Simón ha pasado sus cuatro años y pico metido en una casa cuna y no sabe lo que es montar en avión, ni tener vacaciones, ni ver una cabalgata, ni comerse un puñetero algodón de azúcar, así que... también es más que probable que una vez descubierta la sorpresa, acabemos todos emocionados y llorosos en abracito teletubbie absurdo tequiero-yyoati-yoatimás, para sorpresa y asombro de Goofy y sus amigos.

No, Karlos no. Karlos no llora nunca. Eso cuando el apocalipsis, ya lo he dicho.