Vivo sin vivir en mí (otra vez)

Creo que me duele más o menos todo. Mañana será un día superchupi porque tengo que ir ya a trabajar y todavía no me he recuperado de mi jet lag particular, con eso de la idiotez de cambiarme las horas de sueño por ver cómo le daban un oscar a Tarantino (que no le dieron el que yo esperaba, por cierto). He pasado los dos últimos días durmiendo, levantándome, comiendo, volviendo a dormir, y aún así...ahora mismo soy un nudo de bostezos y lumbalgias.

Menos mal que Karlos es de poliespán. Se ha encargado de llevar a Simón al colegio durante mi hibernación, y de hacerme sopicaldos calentitos para sacarme del coma. Y eso que pasó la noche en blanco a mi vera como un machote.Creo que los diez años que me saca, se traducen en cierta madurez psicofísica que yo no lograré alcanzar nunca. De hecho, cada vez tengo más claro que cuando hagamos las bodas de oro, él seguirá siendo el hombretón serio y firme, y yo el puto niñato de las ideas de bombero.

El puto niñato de las ideas de bombero que se seguirá quedando a ver los oscar hasta las seis de la mañana, entre regalices y champagne.

No logramos mucha evolución en el asunto Birra. Sigue absolutamente acojonada y perpetuamente escondida por debajo de los muebles. Lo máximo que he conseguido ha sido que busque mi contacto para dormir. Y eso únicamente en estado petrificus totalus, porque en cuanto levanto un dedo para rascarme, sale disparada a esconderse otra vez debajo de la mesa. Parte de culpa la tiene Matraka. Un cachorro de tamaño camión y con ínfulas de macho alfa no es precisamente lo que necesita ahora mismo nuestra Virginia Wolf perruna. Pero somos una tribu un poco zumbada y como tal, me temo que va a tener que aceptarnos a todos.

Karlos dice que esperemos y tengamos paciencia. Bueno. Paciencia tendremos. Hay que hacerle caso, porque de lo de tener paciencia él sabe mucho muchísimo, para que nos vamos a engañar...

Glglglglglg... me duele todorl...