Otitis e histeria improductiva

Ayer se nos puso malo Simón. Estuvo arrastrando fiebre alta desde primera hora de la mañana, y hacia el final de la tarde, llegó a 39º y empezó a vomitar. Reaccioné justo como era de esperar: pánico inútil, descontrol, llamadas de emergencias a todo bicho viviente de la tierra y parte del microcosmos... Karlos estaba volviendo de un viaje-expréss a Zurich, así que hasta bien entrada la noche, no pudo reunirse conmigo y con mi pánico absurdo. Para cuando lo hizo, yo ya salía de casa con mi suegra, directo al hospital infantil tan deprisa, que no se me veían ni las piernas.

Mientras esperábamos turno en la sala, rodeados de otros veintemil niños con sus respectivas veintemil fiebres, yo tenía en brazos a Simón, y le iba mojando la frente con la manga de mi camiseta y una botella de agua fontvella. Siempre hago ese tipo de cosas en mis ataques de pánico inútil. Improvisar las situaciones más prácticas, con los remedios más idiotas. Él volvió a abrir los ojos para decirme que me quería más que al perro. Era la segunda vez que hacía eso, y me puse cantidad de contento.Incluso a pesar de que la señora que tenía al lado le oyó, y me dedicó cierta miradita de lástima tipo "pues vaya mérito, hijo..."

Cuando por fin nos tocó, intentamos entrar los cuatro a los boxes médicos, pero una enfermera gordota y picajosa, no nos dejó. Levantó dos deditos regordetes y me los plantó delante. "Sólo DOS acompañantes por niño". Yo dije "es que ella es médico y nosotros somos sus tutores y..." Volvió a ponerme los deditos en las narices. "Sólo DOS acompañantes por niño". Me hubiera gustado disponer de unas tijeras de podar, para hacer chas-chas, y meterle cada uno en una oreja. Al final entraron Karlos y mi suegra. Mi suegra porque entiende de medicamentos y diagnósticos, y Karlos porque su legendaria mala hostia con médicos y enfermeras, hace que le tomen bastante más en serio que a mí. Yo me quedé sentado en la silla, con mis mangas mojadas y mi botella de fontvella. Y cuando me cansé de esperar, pasé por debajo del mostrador de la enfermera picajosa como un ninja con lumbalgia, y me colé en los boxes aprovechando que en ese momento salían dos padres con su niña. Igualito que en las pelis cuando se cuela un ladrón en un portal. Puerta que se abre... Ariel que se cuela perdón-perdón... padres que flipan un poco... padres que salen mirando hacia atrás al loco de mangas mojadas que acaba de entrar... puerta que se cierra.

Luego resultó que hice el imbécil porque dentro había como 11 ó 12 boxes cerrados y yo no tenía ni puta idea de dónde habían llevado a Simón, así que estuve abriendo puertas se puede-perdón se puede-perdón, hasta que comprobé que no estaba en ninguna, y tuve que volver sobre mis pasos, volver a salir por la puerta de la sala, volver a pasar por debajo del mostrador como un ninja con lumbalgia, y volver a sentarme, para ya encontrarme con Karlos, con Simón y con mi suegra, que llevaban cerca de diez minutos esperando fuera a que yo terminara de abrir y cerrar puertas de boxes.

Con esta demostración de lo útil, sensato y estable que soy yo para las emergencias médicas, queda más que demostrado que lo de reventarme el cráneo si sobrevivís conmigo a un apocalipsis zombie, es una idea cojonuda.