Ya se han casado

... y que vivan los novios.

Yo ando en plena crisis de hechopolvismo. Llevo fatal lo de los viajes de dos días. No estoy acostumbrado. Karlos sí. Él se levanta, se va a Tombuctú, luego pasa por Madagascar, hace escala en Sidney y vuelve a Madrid para media tarde y con hambre. Yo me voy a Chinchón a deshora, y ya estoy jodido. Soy como esas abuelitas a las que les sacas de su rutina y se les descolocan las horquillas del moño. Pues eso.

Enseñamos el mar a Matraka, a Simón y a Pili Birra. Ninguno de los tres lo había visto antes. La más sorprendente fue Birra. Perdió todos los miedos y las represiones en un pispás y se pegó una carreras uepalá-allávoy verdaderamente impresionantes y muy poco propias de su fisonomía paticorta. Al final tuvimos que correr detrás de ella un buen rato, para volverla a atar, porque se volvió loca de ídem. Luego, ya en la casa, se la veía absolutamente feliz (por fin). Incluso tuvo su momento de rollete romántico con Asesino. Lo justo hasta que Matraka recuperó su talante maniacodestroy y volvió a jugar al rinoceronte con ella. Ahora que ya estamos en casa, ha vuelto a semiesconderse debajo de la mesa del comedor. Sin embargo, en el coche viaja tranquila, ya responde a su nombre, conmigo es cariñosa, y acude a la llamada de Karlos, cosa que antes no hacía. Vamos pasito a pasito. Si dispusiera de una pistola de dardos tranquilizantes para elefantes, y la mala conciencia no me impidiera usarla con Matraka, estoy seguro de que la evolución de Birra sería rápida y completa.

Karlos plantó un ginkgo en el jardín de la casa de Zarautz para Simón. Allí hay siete árboles, plantados por su padre. Uno para cada hijo, creo que ya escribí sobre eso una vez. Cada árbol simboliza el caracter de cada uno de los hermanos. Y como Karlos heredó la casa, ahora le toca seguir con la tradición. Así que eligió un ginkgo para Simón, y lo plantaron juntos esta mañana, cuando yo desayunaba. Mientras lo regaban, le explicaba a Simón como el ginkgo fue el único árbol que logró sobrevivir a la explosión de Hiroshima. "Porque es un árbol fuerte, como tú. Que estabas en la casa cuna, y como has resistido y has sido valiente, ahora tienes una casa, un perro y nos tienes a nosotros que te queremos mucho. Porque en la vida es muy importante ser fuerte, y no llorar por nada, Simón. Y cuanto más fuertes somos, antes se arreglan las cosas que están mal. ¿Vale? ¿Te acordarás siempre de eso?"

Me hubiera gustado abrazarles y llorar, pero como ya somos bastante Ingalls sin necesidad de numeritos, he preferido ahogar mis emociones contenidas en el bocadillo de queso que me estaba zampando, y hacer como que me había entrado un poco de grasurri en el ojo.

Asco me doy, de ser tan ñoño. Si mi suegro me hubiera conocido, para mí habría tenido que plantar alguna mariconada, tipo ciruelito chino o almendrito de pitiburri.


Snif...