Mejor no leerme porque hoy estoy de ida de olla

En estos momentos está Karlos bañando a Simón y jugando al juego de los dinosaurios submarinos, así que están formando una algarabía chipichapa de mil pares de demonios, y a mí me cuesta concentrarme en lo que estoy escribiendo. No es una falta de concentración de las chungas. Es de las otras. De las que sientes que se filtran por tu cabeza, pero no termina de parecerte malo. Me gusta cuando Simón y Karlos forman algarabía de bañera. Se ríen mucho, y chapotean, y gritan. "¡NO PUEDES DEJAR QUE SE HUNDA! ¡SI SE HUNDE SALE LA TORTUGA CARNÍVORA!" "¡¡NOOOOO LA TORRTUGA NOOOO QUE SE COME LOS LELITOS DEL DIPOLOCUS!!". A Karlos le gusta Simón y a Simón le gusta Karlos. Hay feeling. Creo que es porque Karlos es un buen hombre. Siempre he pensado que para saber si un hombre es bueno, sólo tienes que sopesar su feeling con niños y animales. Ambos son unos barómetros estupendos para medir el capullismo de una persona. Así que si alguna vez coincides con alguien que arruga la nariz y sacude las manitas en el aire cuando acechan niños o perros... huye y cámbiale por otro, antes de que te abduzca en su espiral de estupidez. Sí, los capullos son peligrosos. Te abducen. Al final acabas tan capullo como ellos, sin que nisiquiera te hayas dado ni cuenta.

Antonio y yo estamos haciendo experimentos de poesía. Me dijo que escribiera un poema sobre el pasado. Me salió esto:

A tu gesto debieron mares negros
abrirse en luces.
Más un hombre sólo es hombre y como tal,
puerto de quimeras.

Dejaremos el sur.
Retomarán los pasos.
Esconderás el alma en un rincón adulto,
de viejos maestros y traza de lágrimas.

Levantarás la vista.
Sombreará tu espalda.
Cimbrearán sonidos de un antaño imposible,
de mieles y salitres.

Avanzaremos ciegos.


Una vez que lo terminé, me preocupó que tuviera que explicárselo. No me apetecía nada. Nunca me apetece explicar lo que escribo, ni lo que hago. Pero hubo suerte, porque era Antonio, y Antonio nunca hace preguntas. Karlos tampoco. Supongo que por eso llegué a enamorarme de ambos. Y de Jota. Jota tampoco hacía jamás preguntas. Siempre he sido un chico que ha sabido valorar muy positivamente el silencio. Y resulta curioso, porque mi estado habitual, suele ser el de hablar de más, un día sí y otro también.

Últimamente me da por pensar que Karlos es lo mejor que me podía haber pasado en la vida. Y le abrazo por la espalda sin venir a cuento y le doy las gracias. Él sonríe y me dice "¿por qué?¿qué pasa?" y yo le contesto "No... nada." Así que es más que probable, que le tenga algo desconcertado.

Yo sé por qué le doy las gracias. Le doy las gracias, porque él sombrea mi espalda.