Muérome lentamente...

No. Por la escalada, no. Por el arroz con alioli de mi suegra. Resulta que la escalada se me da de puta madre, y que no me he hecho ni un rasponcillo. Ni subiendo, ni bajando. Y no han tenido que repetirme las instrucciones cincuenta veces, ni se me ha desanudado la cuerda, ni me he llevado a nadie por delante a golpe de culo... Nada. Todo perfecto, limpio y divertido. He hecho mis primeros tres metros, mi primer rápel de bajada y he quedado el domingo que viene para seguir practicando. Dice Karlos que a  lo mejor es que ha pasado como en aquella película tan mala de ciencia ficción, en la que el núcleo de la tierra dejaba de rotar por culpa de un impulso electromagnético y de pronto todo comenzaba a funcionar al revés. Dice que hoy ha sido que yo escale de puta madre, pero que seguramente mañana se empezarán a suicidar las palomas contra las ventanas y los relojes empezarán a girar de derecha a izquierda. Muy majo, mi Karlos haciendo bromas, sí... Muy ocurrente. A ver si el próximo día le convencemos para que suba y soborno a alguien para que le bambolee contra el piedro. Vas a ver tú lo que son impulsos electromagnéticos...