Solrak

Ya se fue anoche Karlos a Kuwait. Volverá el viernes. El viaje se retrasó y luego se alargó. Ya le echamos de menos. Yo un poco más, porque una casa con siete bichos y un niño es bastante más llevadera cuando se reparte a pachas con un superhéroe. Además, como capitán del hogar, soy un puto desastre. Me disperso, me embarullo y me desorganizo. Soy como un Karlos al revés. Soy el auténtico y genuino Solrak.

Hoy se han juntado muchas tormentas juntas. Tenía que comprar, tenía que llevar a vacunar a los chuchos y tenía que ayudar a estudiar a Simón para sus exámenes finales. Sí. Lo piojillos de primaria, también tienen exámenes finales. La maldita cultura de la obligación y la responsabilidad. Horas de lecciones, horas de deberes, horas de exámenes, horas de actividades extraescolares... Diría que nuestro sistema educativo no fomenta precisamente un aprendizaje ameno y motivador para los niños, sino más bien un aborregamiento bien encauzado al redil, para que luego no nos quejemos mucho ante al látigo. Una mierda como un piano. Y eso que por lo menos, no llevamos a Simón a un colegio religioso de esos donde, para darle más cojones al asunto, les meten a los críos por las orejas lo del sentimiento de culpa, el pecado y la dichosa conciencia de los cojones, que sólo sirve para crear criaturas reprimidas, débiles e infelices.

Sí, ya. Qué manera de irme por los cerros de úbeda. Creo que tiene que ver con lo que decía antes del dispersamiento.

Acabo de acostar a Simón y ahora mismo debería ser mi momento de hacerme algo sano de cenar y tirarme (porque yo no me siento, me tiro) a ver teleseries absurdas hasta las prudentes 00:00 horas, en las que debería acostarme como un buen chico, pero estoy tan cansado de este día tan chupi, que según levante el culo de esta silla, a lo máximo que llegaré será a comerme una bolsa de doritos, beber a morro de un brik de piña, y abrir un nuevo libro de zombies, hasta que a eso de las 4h. A.M. descubra que he vuelto a quedarme dormido con la ropa puesta, la babilla colgando, y el kindle sobre las narices, encima del sofá de la buhardilla.

Es una ley no escrita que cuando Karlos no está, Solrak triunfa.