Spleen

Acabo de fallar una pregunta en el triviados sobre conductismo clásico, así que creo que es un momento estupendo para tirar el móvil con dirección a Parla, y ponerme a escribir.

Estoy algo triste y gilipollas. Sin motivos reseñables, salvo que duermo solo y no puedo comer queso. Comparado con otros problemas que tuve en el pasado, es casi para darme de hostias, pero Pascal dijo una vez que el corazón tiene razones que la razón no entiende, así que... así están las cosas. Asumo que son mis días gilipollas, que un simple encontronazo puede hacerme llorar, y que será mejor que apoye el peso feliz de la casa en Simón, que se despierta cada mañana, llueva o truene, cantando a gritos la canción de Bob Esponja, con bailecito incluído (me recuerda a cierto loro que pasó un día por nuestra vida). Anoche me dió un bajón absurdo de los míos y me acosté con él y con Matraka. Dormir con Simón mola porque, como duerme sin el implante coclear y no oye nada, te reconoce por el tacto, y se te agarra como un monito. Ya tener que sopesarle con los kilazos de Matraka encima de mi rabadilla fue otro cantar, claro... Y eso sin contar con que se me olvidó llevarme el despertador, y esta mañana cuando se ha puesto a sonar como un cabrón, he olvidado por completo que estaba en la cama del niño y casi me hostio, con eso de ir a buscar el suelo mondo y lirondo, y encontrarme un tobogán.

Sí, hubiera sido una bonita forma de comenzar el miércoles. Bajando un tobogán con los dientes, y terminando con la nariz dentro de una zapato.

Jokin me ha llamado para decirme que no podrá venir con nosotros de vacaciones. Está muy triste por culpa de sus problemas familiares. Me hubiera gustado decirle que viniera a cenar, para animarle o algo, pero mucho me temo que en estos momentos no soy precisamente la alegría de la huerta, así que lo más probable es que disfrutando de mi amena conversación, terminara alimentando sus ganas de llorar con otras más amplias de suicidio.

Todo parece áspero a mi alrededor. Quiero que Karlos vuelva. Le necesito para equilibrar mi sistema vital. Cada vez que se marcha, siempre se despide con la misma frase; "que no se te olvide que me quieres." Ya ves tú. Como si fuera tan fácil, capitán.