Caos

Me voy al teatro porque nos han regalado entradas. Karlos dice que puede ser un truño, como el infierno aquel de la tauromaquia que nos tragamos la última vez. Yo tengo algunas esperanzas porque es de baile flamenco. No muchas, sólo algunas. No me gusta el flamenco. Y lo he intentado, pero no nos terminamos de llevar bien. Tiene algo de histriónico que me da risa, y no lo puedo evitar.

Estoy preocupado porque mi analítica ha vuelto a salir rara. Intento que no se me note mucho, pero no termino de controlarlo del todo. Mi suegra me ha dicho que no me preocupe antes de tiempo. Karlos también. Y Toni, al que se lo he contado en un arranque de sinceridad idiota para que dejara de hablarme de tríos y cunnilingus, también. Yo también me miro al espejo y me digo que no debo preocuparme antes de tiempo. Pero el tío que está al otro lado, no nos hace ni puto caso a ninguno. Y se preocupa. Y se revisa todo el sistema linfático buscando muestras de algo indefinido.

Hoy es un día raro. El calor ha remitido, y hemos tenido tormenta. Creo que se ha notado en los biorritmos, porque el universo en general andaba suceptible y picajoso. En días como el de hoy, escarbo dentro de mí mismo como un perrito de las praderas y me escondo todo lo que puedo. Y desde abajo, hago un corte de mangas al exterior en general. En días como el de hoy, ni aguanto ni me aguantan. Y lo perfecto del desequilibrio es que nisiquiera me importa.

Karlos sí me aguanta. Siempre. Es el vigía del faro. Por jodidas que vengan las olas, nunca desfallece.