Conciencias

Ha vuelto a casa. Todo ha hecho clac y ha rearrancado. Así... en general. Aunque anoche ví la luna casi llena, y eso siempre asusta. Creo firmemente que la luna llena nos vuelve a todos un poco locos. A los que ya lo estamos de antemano más, pero a los perfectos mortales que tenéis un estado de ánimo estable, también. Ya me da un poco igual. Anoche, apenas me fijé en el vecino de la colchoneta. Yo estaba echado encima de Karlos y él me contaba que en algunos lugares de África, por las hojas pochas que nosotros limpiamos de la lechuga y tiramos a la basura, hay familias que matarían. Cuando Karlos vuelve de alguno de sus viajes terribles, viene desdoblado en dos conciencias. Y, a pesar de que es un hombre recio, pasa siempre unos días en los que tiene que diluir todo lo que ha visto, y recobrar de nuevo la sensación de estar en casa. De que no vendrá nadie a prender fuego a la puerta. De que podemos ir al supermercado a comprar comida, o ver alguna peli en el cine, o acercarnos al médico sólo porque se nos infecte una uña. Creo que, en parte, por eso no le ha importado demasiado el asunto del tigre. Al fin y al cabo ¿qué más daba? sólo era una pared, en un edificio, en una calle, en un mapa. Ni la mitad de importante que poder comer lechuga, o enterrar niños con tus propias manos.

Yo también repliego mi desdoblamiento de conciencia, pero en otro sentido. Ahora me abandono y le busco por los rincones para apoyar mi cabeza en su espalda como un chucho pesadito. Se me pasará, y dentro de un par de días, volveremos a gastarnos bromas sangrientas, y yo volveré a empujarle en la cama y a decirle "quita que hace calor..." pero ahora mismo le respiro hasta por las orejas. Y lo sabe, claro. Y lo aprovecha. Son mis 48h. de "te quiero y mataría por ti". Todos los amores apacibles tienen de eso.

En otro orden de cosas... ya sé cuál es la tendencia sexual de mi compañero de oficina que cruje (el compañero, no la oficina). Todas. Y cuando digo todas, es todas. Hombres, mujeres, ornitorrincos y antílopes del Kalahari. Omnisciencia sexual a pelo y pluma. Resulta que el hombre-queso encantador e inteligente, es un depredador sexual de diez pares de cojones, y que lleva metido en su tablet todo un archivo fotográfico sexual de media España pasándoselo chupi-lerendi entre sus piernas. Se supone que me lo ha contado (y demostrado gráficamente) en un arranque de confidencialidad cerveceril masculina que no puedo violar bajo ningún concepto, así que ahora soy portador de un secreto que me importa dos cojones. Mola ¿no? Creo que es otro de mis premios por aquello de meterme siempre enmedio cuando no se me ha llamado.

Quizá debería aprovechar mis 48h. de "te quiero y mataría por ti" para decirle a Karlos que se le ha terminado lo de ir a trotar por el monte con el hombre-pollatrón, pero mucho me temo que sus carcajadas terminarían oyéndose allá por Leganés, así que... esperaremos a ver qué nos trae la marea. Otra vez.