ÉIBAR

Estoy en Éibar porque a un compañero mío le ha caído pegamento en la córnea y me ha tocado sustituirle en una inauguración. No era esa la frase que había elegido para comenzar este post de despertares. Era algo así como "estoy en Éibar y estoy triste", pero me ha parecido el despertar más pedorro del mundo, así que... eso. Que estoy en Éibar y un compañero mío casi se queda ciego.

No tengo palabras para expresar todo lo que odio estar aquí. En parte porque estoy con un imbécil misógino, homófobo y de toque fascista, en parte porque la luna llena me está gasificando el corazón. Odio los viajes involuntarios. Soy un chico de raíces. Me pasé toda la infancia y adolescencia con los pies en el aire y acabé hasta los cojones. Ahora quiero tierra y raíces bien fuertes. Es mentira eso de que las aventuras molan siempre. Cuando llegan los tornados, uno necesita paredes y techos con los que protegerse. Y siempre llegan los tornados. Siempre. Deberíamos tenerlo en cuenta y levantarnos paredes altas y fuertes, antes de los 35 años. He calculado que más o menos a partir de ahí es cuando empieza a fallar el mundo bajo tus pies.

Tengo que estar cuatro días aquí. Yo tenía planes geniales para este fin de semana, pero el hombre propone y la puta suerte dispone. Ahora disfrutaré de mi luna llena desde la ventana de un hotel, con una chocolatina sobre la almohada que dice "bienvenido."

Ojalá me hubiera traído los sprays. Sería una noche perfecta para meterme por algún callejón oscuro de Éibar a pintar tigres.