Tuercas

Me apetece recuperar mis zapatillas rojas. Y dibujar viñetas. Creo que este fin de semana le cambiaré el abrigo al blog. Otra vez. Es la mudanza de armario de otoño. Se guardan las chancletas, se alargan las camisetas, se airean los blogs...

Simón anda con pesadillas nocturnas, así que hace varios días que no duermo mucho, y eso se traduce en una especie de mala hostia latente. Como no puedo mitigarla con Karlos porque su escroto gasteizarra le hace completamente inmune a toda provocación de pelea, me dedico a canalizarla jugando a videojuegos terribles. El último es Outlast. Terror gore del bueno. Paso miedo, boto en la silla y pego berridos. Puede que en algún momento, incluso me cargue el teclado de un puñetazo. Karlos se descojona bastante a mi costa. Dice que tenerle miedo a un puñado de píxeles que se iluminan alternativamente es muy poco racional. Es tan cierto eso que dice, que no vale absolutamente para nada. ¿Desde cuando se espera que un videojuego sea racional?  Si así fuera, a ver qué cojones iba yo a buscar en un manicomio abandonado en el culo del mundo, a plena noche, y con una puta camarita de vídeo como toda arma. Vamos, que con el primer charquito de sangre que hubiera visualizado, había salido de allí tan rápido que no se me hubieran distinguido ni las piernas.

Sigo pensando en Alba. No paro de preguntarme si hubiera sido necesario prolongar su agonía durante tantas semanas. No sé. No sé si merece la pena mantener a alguien querido anclado a la vida, sólo por tenerle a nuestro lado diez o doce días más. Le digo a Karlos que si alguna vez me vé en esa tesitura, que por favor me inyecte un chutazo de morfina y me deje ir. Sé que le gustaría meterme una hostia con la mano abierta cada vez que se lo digo, pero no lo hace. Sólo me suelta un gruñido de cierraelpico y me quita de su vista. Esa es la parte positiva de su escroto gasteizarra. Sobre todo porque el día que me meta una hostia, podré ir a buscar tranquilamente mis dientes a Cuenca. Con tanto saco de boxeo, tiene los brazos más entrenados que Optimus Prime.

Queda poco para nuestro aniversario de boda. Segundo aniversario de boda. Ya puedo ir reconociendo que cuando me casé con él, no esperaba que me aguantara ni dos meses. Pero funcionó. Es lo más curioso de ser un tornillo suelto de caja de herramientas chunga. Que nunca sabes dónde demonios terminarás encontrando tu tuerca.