NEPOWSKY

No salgo de mi embrollo Laika. Simón sigue preocupado y haciéndome preguntas imposibles. Me preguntaba Javi si Simón me veía como un padre. Le dije que no. Realmente, no lo creo. Creo que para Simón, Karlos es el padre y yo soy algo a medio camino entre el hermano mayor y el compañero repetidor enrollado. No me parece malo. Tiene la ventaja de poder saltarme las normas de vez en cuando sin demasiadas consecuencias, pero en ocasiones como esta que Karlos no está, me doy cuenta de lo necesario que puede ser lo de tener la figura de un padre que te estabilice un poco y te diga por dónde tienes que tirar. Yo no lo tuve y mira. Mira cómo he salido. Pintando tigres gigantes y haciendo slaloms con el monopatín por el salón.

Y cagándola con historias de perritas rusas que vagan para siempre en el espacio.

He imprimido unas cuantas fotos de Laika. Se me ocurre que si la pintamos en alguna pared, saldrá de la cabeza de Simón y dejará de ser una idea para convertirse en un simple dibujo que mirar. Darle forma física a las obsesiones es lo mejor para sacarlas fuera del cerebro. Lo descubrí de pequeño. Creo que por algún sitio de mi maremagnum de armarios buhardilleros, aún guardo mi "cuaderno de monstruos". Allí tengo dibujados todos y cada uno de los bichos que me aterrorizaban las noches de pequeño y adolescente. Cada vez que me alguno me asustaba, zas, a la mañana siguiente lo dibujaba y luego guardaba el cuaderno enrollado con ocho gomas elásticas. Y ahí se quedaba el bicho para siempre. Y funciona. De verdad, te lo juro. Funciona. Sí, bueno, ya. Un padre tipo Karlos me hubiera funcionado mejor. Ya lo sé. Pero había que apañarse con lo poco de lo que se disponía.

Estoy leyendo los diarios de Bukowsky. Bukowsky es un tipo que siempre me ha caído mal. Sus novelas me rezumaban a un tipo oscuro, guarro, soez y algo gilipollas. Pero los diarios cayeron en mis manos por puñetera casualidad y ahora no puedo soltarlos. Estoy mitad asustado, mitad impresionado. Sus pensamientos, sus frases y su forma de ver el mundo, de alguna forma, me entrelaza a él. Como si me viera dentro de todo lo que piensa. Así que eso solo puede significar dos cosas: o he vuelto a cagarla prejuzgando lo que no debía, o... soy un tipo oscuro, guarro, soez y bastante gilipollas.

Hoy por hoy, votaría por la segunda opción. Por lo menos hasta que vuelva Karlos y me vea guapo. Cuando alguien te ve guapo, te vuelves guapo. Es una magia que no falla nunca.

Igual que la de pintar monstruos en un cuaderno.