No sin mis cuencos

Llevo ahora mismo puestos unos pantalones que son algo parecido a un condón con bolsillos. Y los odio. Los odio profundamente. Tan profundamente que me he sacado la camiseta por fuera, toda churriguera, para disimularlos. Y ha sido como cambiar hostias por panes, por cierto. Porque la camiseta me llega casi por las rodillas y de ser un idiota con patas de palillo, he pasado a ser un idiota con patas de palillo vestido de Milikito. Toda la culpa la tiene Karlos y su morbo pesadito de probador. Que al final, por no tenerle agarrado al culo minuto sí y minuto también, me lo llevo todo de oído y sin probar, y luego cuando llego a casa me encuentro con camisetas de paragüitas y pantalones de chirifluses, pensando "pero ¿cuándo coño he cogido yo este engendro?"

Ya estamos de cuenta atrás para Nochebuena. Karlos metido en el laboratorio y Simón y yo en la puerta como dos gatos, esperando a que saque cuchara y nos pida probar algo. Como de pucheros no sabemos, hemos sido encargados de dos labores accesorias. Simón se encargará de decorar la mesa, y yo de buscar todo el aparataje necesario que sea menester en nuestra cena de 400 platos para vascos irrefrenables. Esto es, copas, recopas, platos, cuencos de gamba, cuchillos de pescado, trinchantes para caracoles, tenedores destripasapos, lavamanos con airbag, escanciadoras de bacalao, etc, etc, etc. Superchupi. Una juerga absoluta. En total, tengo una lista de 12 cosas a conseguir, de la cual, a 24h. de la cena, he conseguido una. Cuatro cuencos de duralex, que he podido comprar en el chinorri de la esquina a 0,90 la unidad (un derroche). Y superorgulloso que estoy con mis cuencos duralex, oye. Los he colocado en fila, sacado brillo, puesto nombre...

Karlos no está igual de orgulloso de mi hazaña. Lleva desde ayer saliendo de la cocina para recordarme que tiene 38 canapés sin fuente para canapés, y que cada vez está más cerca de tener que servirlos en un zapato. Esto es un sinvivir. El día que pase una Nochebuena en la que solo me toque comer, me van a brillar los ojitos cosa mala.