Me pongo jerseys, bufandas, chaquetas, albornoces y mantas, y sigo teniendo frío, así que empiezo a pensar que llevo el frío dentro. Mi suegra me ha soltado toda una charla telefónica sobre la glándula hipósifis, el hipotálamo y la temperatura corporal, pero he dejado de escucharla a la quinta o sexta frase, así que no estoy seguro de que lo del frío permanente y mi cabeza, esté relacionado. Sólo sé que estoy todo el día abrazado a Karlos como un bebé de mono, y yo de cariñoso de verdad que tengo lo justo. Me parece que al paso que va la burra, voy a ser el primer sioux con jersey de cuello vuelto. Esta mañana me sacaron un montón de venda de la nariz. Ha sido como esos trucos de magia en los que alguien abre la boca y se va sacando de ella pañuelos anudados en una serpiente multicolor. Yo estaba esperando a que al final de la última tira, sonara un ¡plops! y saliera pegado mi cerebro. Que todo el mundo se pusiera a gritar, que la enfermera llorara y dijera ¡Dios mío, avisen al médico!, que Karlos se echara las manos a la cabeza y gritara malditos bastardos hijos de puta, y que todos intentáramos agarrar mi cerebro resbaloso ssshuips-ssshuips patinando por el suelo, pero no ha habido plop, ni shuip-shuip, ni ha salido nada, aparte de sangre reseca. Así que Karlos no se ha enfadado con nadie, y le ha guiñado un ojo a la enfermera, que se ha puesto también de color sangre reseca. Ahora inspiro muy fuerte con mi nariz libre. Tanto que parece que cada segundo voy a decir algo importante. Pero no. Sólo es hambre de oxígeno.