Hola Blog

Estoy en el hospital. Tuve complicaciones neurológicas de las mías y nuestro viaje de dos días se enredó. Aún estoy mareado por toda la droga que llevo dentro y no me puedo concentrar muy bien, pero vengo a dejar un minipost para demostrar que mi cabeza puede escribir ordenado, pensando en desordenado. No me va a salir un post muy bonito pero da igual, porque siempre me imagino que lo leo yo solo y... creo que por esta vez me doy permiso para sacarlo feo.
Karlos me regaló un diamante negro porque dijo que el diamante y yo estábamos hechos de una materia muy dura. No sabe bien Karlos, lo dura que es mi materia. Creo que algún día me tirarán de un rascacielos y pegaré un saltito ¡alehop! en el último momento, como hacía Anacleto, salvándome de una muerte segura. Me encantaba Anacleto. Había un montón de tebeos en la sala de lectura de mi internado de frailes. Como yo no tenía familia, las tardes de domingo me dejaban quedarme allí, merendando pan con miel y leyendo tebeos. Eran mis dos horas de felicidad semanal. Allí solos, Anacleto y yo.
Estoy con mi suegra porque Karlos ha tenido que viajar cuatro días a Ginebra por motivos de trabajo. Pobre Karlos. Se ha llevado un buen susto. Ahora nos llama cada 5' para preguntar qué tal voy, y tiene a mi suegra hasta la pepitilla del coño (con perdón). Aún así no le manda a hacer puñetas ni nada. Dice que Karlos es un buen guardián. "Igual que lo fué su padre. De él lo hereda." Creo que lo dice un poco orgullosa. Me gustan las madres orgullosas. Madres orgullosas crían personas seguras de sí mismas. No me hubiera importado tener una.
Echo mucho de menos a mis gatos. Sobre todo al de dos patas. Por el agujero que me han dejado en la cabeza, no se me ha escapado el cariño.