Too old to die young

Iba a venir hoy Karlos, pero al final no ha podido llegar a tiempo de coger el vuelo. Mi suegra ya se había ido por la mañana, y  me había dejado solo con el mono satánico, así que me he levantado a hacer pis con mi carrito de gotero, y al verme en el espejo, con esta cabeza de pelota de tenis que me han dejado, me ha pasado algo terrible. Lo más terrible que me podía pasar. He sentido  autocompasión. No ha durado mucho. Lo suficiente hasta que he metido la cabeza bajo el grifo y le he preguntado al del espejo que qué cojones hacía. La autocompasión es lo peor. Nunca tienes que dejarla entrar. Nunca. Jamás. Hay que echarla siempre fuera. A gritos, a saltos, a hostias... como sea. Pero fuera. Fuera y bien lejos. Es la vieja bruja de la manzana envenenada. No abrirle la puerta nunca. Nunca.

Subir la música a tope, cantar, bailar, saltar, agotarte, tumbarte, respirar... Hacer recuento de momentos bonitos.

¿Te acuerdas de cuando en el viaje a Patagonia descubrí un animal extrañísimo y le hice 15o fotos con la tapa del objetivo puesta? cómo te reías. Llorabas de risa. Qué ojos más bonitos tenías en ese momento, entre lágrima y risa. Parecían como de caramelo.