La noche de después

Suena raro escribir ahora leyendo el último post, en el que yo era una angustia con patas, disfrazado de seguridad. Salió bien. Saltó la suerte, y no hubo nada que lamentar. Karlos logró volver sano y salvo de sus movidas laborales, y regresó el sábado por la tarde. Más salvo que sano, porque llegó magullado, deshidratado y con algunos ligamentos un poco pallá. Pero regresó. Es lo importante. Para lo demás está la ducha, el tensoplast, el zumo de naranja y el sueño reparador. Y yo, alrededor de su espalda, dándole gracias a Belcebú por tenerlo otra vez abultando en la cama. Necesito a Karlos. Va más allá de cualquier palabra romántica que pueda trenzar aquí. Karlos es el aire. El ecosistema sobre el que todo permanece. Mi compañero, mi amigo, mi punto de apoyo. La fuerza centrípeta que mantiene unidos cada uno de mis trozos. Sin él, yo solo sería mitades de nada girando hacia ningún sitio. Sin él, simplemente, no habría yo.

Hemos podido ir de excursión con Simón y con Pedro. Alegría, alegría y pan de Madagascar. Vuelven a girar las brujas hacia nuestro favor. Pedro se fascinó con Birra y Birra se fascinó con Pedro. La miró y me dijo "no tiene orejas". Yo le dije "No." Pareció pensarlo durante un instante y luego la acarició despacio la cabeza. Birra le lamió la nariz. Él sonrío. Y solo eso fue suficiente. El niño sordo y la perra sin orejas. No sé cómo no se me ocurrió. No hubo forma de separarles en lo que quedó de día. Perra y niño, niño y perra. En los apartes, se comportó como un chaval completamente normal. Cazó lagartijas con Simón, jugó al futbolín por primera vez en su vida, aprendió a chocar la mano con Karlos, se mojó los pies en la poza... No hubo crisis. Se mostró observador y serio, pero llegó a reirse una vez,  y a hablar con todos y cada uno de nosotros. No importa lo que dijera, ni la frecuencia. Lo hizo. Y estuvo cómodo y tranquilo. Cuando le dejamos, quiso que Birra se quedara con él. Le dije "la próxima vez vienes a casa a verla" y pareció conforme. Al despedirse le advirtió a Simón "mañana tampoco tengo colegio." Nos emocionó un poco. Ha pasado ya por dos acogidas fallidas. ¿En algún momento sus otros padres lo vieron tan claro como nosotros? ¿hubo un momento en el que dijeron "ya le tenemos" y luego todo se torció?

Bueno. No somos mejores que ellos. Claro que no. Pero ¿más tozudos? buf... más tozudos, seguro.