Agua

Nos han cortado el agua. Así de sorpresa. Bueno... no de mucha, porque en realidad hay que un cartel que dice "CORTE DE AGUA EL MARTES DE 14:00 A 22:00h" pegado delante de nuestra casa desde hace tres o cuatro días. Sí, uno de esos que si tuviera boca me mordería las narices. Pero no, no lo leí. Creí que anunciaban fiestas, verbenas, actuaciones, mudanzas, compra de oro, venta de piso... qué se yo. Todo menos falta de agua. He subido dos garrafones del pueblo pero solo ha dado para Simón, Pedro, gatos, perros y chinchilla, así que yo me he lavado las manos con vichy catalán. Los dientes van por el mismo camino. No soy consciente de la cantidad de seres vivos que tiene esta casa, hasta que nos falta algo. El agua, el gas, la electricidad, las bolsas de pienso de 50.000 kg... Solo entonces es cuando me echo las manos a la cabeza y me pregunto cómo demonios hemos podido reproducirnos tanto en tan poco tiempo. Somos como esas semillas que se meten en la ventolera primaveral, y terminan germinando una planta de cuatro metros entre las junturas de dos baldosas de acera urbana. El viento nos echa y nosotros nos expandimos, como el universo. Y cada uno que entra en el círculo, es más extraño que el anterior. Ahora estoy intentado que Pedro pueda acostarse sin montar un drama porque se le hayan descolocado las zapatillas al pie de la cama. Apago la luz y me las llevo al pasillo. Y las dejo ahí. Paf-paf. Y a los cinco segundos le veo asomar la nariz por entre la puerta. "No están mis zapatillas." "Las vamos a dejar ahí ¿vale?" "Si no están al pie de la cama no me las puedo poner mañana." "Pues mañana vienes a por ellas al pasillo." Se queda ahí mirándome con expresión de angustia. "¿Vale? ¿Todo bien? acuéstate, anda." "Es que..." "Acuéstate. Todo está bien." "Vale." "Vete a la cama." "Sí. Me voy a la cama. Mañana tengo que salir al pasillo a por las zapatillas." "Eso es. Y no pasa nada." "Vale. No pasa nada. Mañana salgo al pasillo a por las zapatillas."

No lo hace, claro. Cuando me despierto, se ha levantado en mitad de la noche y ha vuelto a dejar las zapatillas alineadas al pie de la cama. Pero me vale, porque al menos lo intenta. Intentar las cosas es importante ¿no? Claro que sí. A veces, mucho más importante que conseguir hacerlas.