Aprendizajes

Hoy ha sido el último día de la escuela de verano para Pedro y Simón. En realidad, los habíamos apuntado hasta la semana que viene, contando con que yo estaría trabajando y Karlos jugándose los huevos en Kabul, pero... el hombre propone y el destino dispone. Ahora Karlos, lesionado y en baja forzosa, dice que para que estén en el campamento, están mejor con él en casa, yendo a la piscina y montando en bici (montando en bici ellos. Karlos todavía estornuda y ve constelaciones). Así que... hoy ha tocado bye-bye-escuela. Y Simón ha liado los conceptos, y se ha despedido de todos haciendo un sonoro corte de mangas y diciendo ¡OS ECHARE DE MENOS, CHICOS! dejando a la concurrencia ojiplática. Por supuesto, esta vez tampoco he podido enmendarlo porque me ha dado la risa floja y hasta que no me he sentado en el coche no he podido volver a recuperar la respiración. Nisiquiera me he despedido en condiciones. Ha sido como un uahjajá-diohjajá.

Sí, lo del corte de mangas es culpa mía. Todo lo chungo que aprende es culpa mía, no sé cómo me apaño. Si cuando entra en un bar dice "buenos días, quiero un colacao por favor..." y todos sonríen y dicen ay-qué-niño-más-rico, eso es cosa de Karlos. Pero cuando luego a continuación suelta "voy a tomármelo deprisa porque me estoy cagando" y los deja a todos de piedra pómez, eso SIEMPRE es cosa mía. ¿Por qué? pues porque NO SÉ EDUCAR. NO SÉ. No he tenido nunca niños ¿qué quieres? Karlos se pasó la infancia cuidando de seis hermanos pequeños. Como sus padres trabajaban desde muy temprano, él tenía que ocuparse de despertarles, ayudarles a lavarse, hacerles el desayuno, llevarlos al colegio... Se ha pasado toda su vida educando hermanos. ¿Pero yo? yo solo he tenido gatos psicóticos y perros anarquistas. ¿Cómo voy a enseñarle cosas buenas y adecuadas si yo mismo no soy capaz de aprenderlas?

Bueno. No importa. Forma parte de nuestra simbiosis espontánea. Los niños son el lienzo, Karlos es el pincel, y yo... soy ese morado imposible que nunca tenía que haber estado allí pero que al final... qué demonios, tampoco estorba.