Escribo este post desde el wifi de una suite de un hotel de cinco
estrellas de la Costa Blanca. O sea...el último sitio desde el que yo
habría esperado terminar esta jornada y escribir este post. Pero resultó
que hoy era uno de esos maravillosos días en los que el hombre propone y
el diablo le da por culo y de todas las cosas que nos podían salir
mal... salieron todas.
Se inundó nuestra casa de verano. Ayer
noche. Se reventó una tubería y el sótano amaneció con tres palmos de
agua. Y eso provocó un cortocircuito que se cargó todo el sistema
eléctrico. Moraleja: esta mañana, cuando el dueño ha ido con nuestro
juego de llaves a esperarnos, lo que se ha encontrado es una casa
completamente inhabitable. Ni para dos semanas, ni para un mes. Y con
esa llamadita maravillosa de "tengo malas noticias" nos hemos
encontrado, subidos en un coche con dos niños, mil maletas y tres
perros, y a la altura de... no sé. Creo que pisando ya el primer palmo
de Alicante.
A partir de ahí todo ha sido una especie de
infierno en espiral en la que hemos pasado por todos los estados de
ánimo. Risa, descojone, incredulidad, ira, desmoralización, más
risa...Sin casa, sin reserva y sin perrito que nos ladre. Bueno, no...
de esto último sí llevábamos, sí. Y niños gritando
ELMARELMARELMARQUEREMOSBAJARALMAR mientras se nos salían los ojos de las
órbitas de mostrador en mostrador, también.
No sé cómo
terminará el día de mañana. Por ahora tenemos donde dormir (y hay que
vernos, en este hotel de superlujo con la pinta de tribu gitana que
llevamos) y gracias al wifi de la habitación, hemos conseguido una casa
para ocupar mañana, en la zona de dunas de Guardamar. ¿Qué todavía puede
salirnos mal y que resulte que es un corral? pues sí. Pero la verdad...
ahora mismo, tumbados en este camoncio entre niños y perros,
comiéndonos el bocadillo más pijo del mundo y con el pedete lúcido que
nos están dando los dos benjamines de cava, intuyo que ya mañana
estaremos listos para adaptarnos a cualquier infierno que nos quede por
pisar.
¿Los niños? como los perros. Felices como lombrices.
Corriendo, saltando y gritando yupis y vivas en cuando han visto la
playa. Que fuera una playa urbana de mierda donde aún no podían bañarse,
les ha dado igual. ES EL MAR. Y EL MAR MOLA. No sé cuándo perdimos
nosotros semejante espíritu de positivismo. A ver si con el resto del
minibar lo vamos recuperando.
En nuestro corral de mañana no
tendremos wifi así que... Ánimo Ariel. Seguro que cuando vuelvas a leer
esto en Madrid te terminarás riendo. En algún momento... de algún día.