Desventajas de oír y querer

Anoche me desmayé mientras jugaba al ajedrez con Pedro. Así... directamente. En un instante cogía el alfil, y en el siguiente estaba en el suelo con el tablero de sombrero. No sé qué fue. Bajón de tensión + calor + medicación + vetetúasaber, pero desde luego les dí un buen susto a todos. Especialmente a Pedro, que se quedó ahí sentado retorciéndose el bajo de la camiseta con ojos de lechuza. Esta mañana me ha llamado un total de seis veces al trabajo. Y no deja de ser algo curioso, porque en realidad no dice absolutamente nada. Solo me escucha, suelta dos monosílabos y se queda callado. Algo así como:
- Hola
- Hola Pedro
- Soy Pedro
- Ya
-...
- ¿Pasa algo, Pedro?
- ...
- ¿Me llamas para saber cómo estoy?
- Sí
- Pues... estoy bien
- ...
- ¿Quieres algo más?
- No
- Vale. Pues... colgamos ¿no?
- ...
- ¿Pedro?
- Sí
- Que colgamos ¿no? Luego te veo
- ...
- Adiós ¿vale?
- ...
- ¿Pedro?
- ... (cuelga)

Multiplica eso por seis y me imagino que tendrás la fórmula del cariño de un niño autista preocupado por ti.