El curioso Jorge

Hoy ha venido un compañero nuevo. Le he bautizado como Jorge el curioso porque de verdad, DE VERDAD, que es clavadito. La misma carita feliz de avellana sonriente y el mismo peinado. No hemos trabajado demasiado. Unas cuatro horas, entre enseñarle el sarao y presentarle a las personas colindantes y lejanas. Y en esas estábamos, trabajando calladitos y guais, cuando Jorge ha arrimado su silla de rueditas a mí con un impulso y casi en susurro me ha dicho "No quiero asustarte, pero tengo un pinchazo muy fuerte en el pecho y no puedo respirar. ¿Me podéis llevar alguno al hospital?"

Recojo mis bolas oculares de la mesa. Me las recoloco zip-zap. Miro a mi alrededor. Nadie. Yo y yo. Le ofrezco llamar al Samur. Me dice que no, que con que le deje en urgencias le vale. Yo no sé ir a urgencias. Yo no sé ir a ningún sitio. Aún así, cojo las llaves del coche, me trastabillo, llamo al jefe "Que dice el chico nuevo que necesita ir a urgencias porque le está dando un infarto o algo y por aquí solo estoy yo..." mi jefe, como siempre, se muestra colaborador y responsable "vale, pues llévalo y luego me cuentas." Llamo a Karlos. "Hola Karlos. Que...¿cómo se va al hospital más cercano?"  Karlos me visualiza con las tripas fuera, en un nanosegundo.

"QUETEPASAQUETEPASAVOYAHORAMISMODIMEQUETEPASAQUEVOYCOGIENDOLACHAQUETA"

"Que no, si no es para mí, que solo voy de chófer..." Karlos se caga en Dios y en la hostiaputa. Me da instrucciones para llegar al hospital más cercano y luego me da instrucciones de cómo hacer una llamada sin sembrar el pánico. Jorge el curioso ya está de color nube piroplástica, y le corre un hilillo de sudor. Le pregunto si está mejor y niega con la cabeza. Salimos hasta el parking. Subimos en el coche. Llego hasta el hospital debido, básicamente, a un milagro de San Cristóbal. Petado de coches y de aparcacoches. Yo no caigo en nada. Yo solo voy pendiente de no terminar con un cadáver de copiloto. Veo a un negro muy negro que me hace señas "aquí, aquí..." y aparco. Y con mi habitual cerebro a la luna de valencia, salgo y le digo "ay, muchas gracias, de verdad, tío." y me piro, dejándole con cara de "será hijoputa..." Jorge llama a su padre para que vaya al hospital y yo me pueda ir a que el negro me pegue. Le meten en una camilla para hacerle un electrocardiograma (a Jorge, no al negro). Cuando está entrando me dice "si ves a mi padre, con el pelo blanco y con gafas, dile que estoy dentro..." Yo vuelvo a la sala y espero. Tuiteo y espero. Juego al candy crush y espero. Me cuento los poros del brazo y espero. Pasan 345.678 hombres de pelo blanco y gafas y ninguno es padre de nadie. Empiezo a sentirme más idiota de lo normal, cuando por fin JORGE SALE. Me mira con aire lúgubre y me dice "Estoy bien. Un ataque de ansiedad. Me han dado un ansiolítico." Justo entonces, su padre aparece. Hablan entre ellos y pasan de mí a tope. Yo digo "bueno...er... me voy y eso..." Jorge me lleva a un aparte. Tiene cara de sentirlo de verdad. "Me siento muy avergonzado, yo...es que tengo problemas y... lo siento tanto..." yo le digo que no pasa nada. Que qué bien que no se haya muerto en mi Dacia. Jorge me dice que mañana me cuenta. Yo pongo cara de "no, si da igual..." sin ningún tipo de éxito. Me rindo a sus ojos de contrición y le digo que sí. Que vale. Que mañana me cuente.

Salgo hasta mi coche. El negro muy negro no me pega, porque está ocupado en ayudar a aparcar a un toyota. Aprovecho para deslizarme dentro del coche. Llamo a Karlos "Que estoy bien, pero que cómo se sale de aquí..." Karlos se ríe. "Un buen día ¿eh?"

Pues sí. Cojonudo.