Jon Karlos Z. (1)

Hola Sir Jon Karlos Zeta. Espero que puedas leerme. O que no puedas y me leas. También espero que sigáis enteros y sin códigos naranjas. Y que vuelvas pronto. Me decías "seguro que a veces también te sobro un poco." Pues no. Nunca me sobras. Ni poco, ni mucho. Me atempero con tus silencios reflexivos. Creo que las personas  reflexivas sois mucho más llevaderas que nosotros, los  imposibles. Uno se acostumbra a sus personas. Es una sensación muy agradable. La de acostumbrarse y la de tener personas. Te lo digo yo, que siempre he tenido pocas.

Hace calor en Madrid. En estos momentos te escribo desde la buhardilla y siento que se me humedecen los rizos en la nuca. Otra vez. Mi pelo es como yo. Pase lo que pase, resurge de mala hostia. También veo la luna desde aquí y está creciendo. Y mañana anuncian lluvias y tormentas eléctricas. Lunas crecientes y tormentas, Karlos Z. Toda una aventura para un ciclotímico. He comprado doce cervezas alemanas de nombre imposible y ahora mismo me están esperando guardando fila india en la nevera. Cuando se hayan duchado y acostado los dos miniyos, saldré al banco del jardín y me pimplaré una, mirando el filo de la luna. Se me hará raro pensar que es la misma luna que verás tú. También me he comprado una empanada de aspecto un poco catastrófico. No voy a seguir adelante con lo de la carne. Al menos no hasta que vuelvas. Sin tu contrapeso siempre quiero ir hacia el norte y termino bocabajo y en el sur. No pasa nada, no me hace sentir mal. Todo puede esperar. Todo puede esperarte.