¿Cerveza?

Le quiero. No debería llenar un post con eso ¿no? demasiado Ingalls. Pues lo hago. Me da igual. De todas formas nadie lee blogs los viernes. De todas formas, nadie lee blogs. Le quiero y quiero todo lo que hace y lo que es. Quiero ahora mismo ese gesto de rascarse la barba incipiente, mientras revisa los planos de nuestro viaje por decimoctava vez. Me flipan esos ojos de loco de pupila fija que te miran siempre quietos y siempre de frente. Me flipla la sombra de las pestañas tupidas, las cejas negras, los labios gruesos, los dientes blancos. Las manos enormes. Busco esas manos. Inmensas manos. Manos de cazar mamuts, le digo. Y se ríe. "Yo cazo mamuts y tú pintas la cueva." Pues eso. Esas manos. Y el tatuaje del dedo con la inscripción en chelja. Nadie lo sabe, lo guardamos debajo del anillo. Lo sabemos él y yo. Fue un tributo a la abuela Agra. Mis volcanes serán el de mi hermano. Debo tantos tributos por todo... Tributos a los djins. Tributos por traerme hasta aquí. Por colocarme. Por dejarme campear temporales. Por mantenerme vivo. No sé. Tributos por él. No es verdad que las cosas nos vengan sin más y tengamos que tragarlas tal cual. Hay que devolver lo bueno y lo malo. Dejar que circule a través de nosotros, como si fuéramos el componente de un circuito eléctrico. Eso hice. Dejar que todo circulara a través de mí y que no me envenenara. Ese fue el secreto. Creo que sigo haciéndolo. Ese es el sentido de Simón y Pedro.

Vale, estás desbarrando. Hora de levantarte, besarle, sentarte a su lado, apoyarle la frente en el hombro. Que sonría y te diga "¿qué?", que tú levantes la vista y respondas "nada." Que mire el reloj. El último hombre que mira el reloj en el reloj. El último que usa pañuelos de tela. Que diga "¿tienes hambre? he hecho pizza." Que sonrías. Que se levante, cogiéndote de una mano. Que vaya soltando los dedos poco a poco mientras se separa. Índice, corazón, anular... Que se vuelva en el último momento y te diga "¿cerveza?"