Islandia

Comienza la cuenta atrás. El próximo lunes a primera hora, volamos a Reykjavik. Nervios, planes, rutas y mochilas. Y mapas. Mapas por un tubo. Como es un viaje de aniversario, repetiremos la jugada de la luna de miel. Mochilerismo puro y cutre, y una noche, UNA, de calma, lujo y voluptuosidad. Siete días de glaciares y volcanes. Karlos lleva las riendas. Ya lo ha pateado tres veces y se lo conoce. Por mí, maravilloso. Si confiáramos en mi destreza, podríamos terminar dando vueltas a la isla en un bucle infinito. He comprado un cuaderno para llevar un diario escrito, y me llevo el móvil para tuitear fotos. Aún así, cuento con que pueda pasarme lo mismo que me pasó en China y que de todas mis buenas intenciones quede poco y nada ( todavía están por ahí las hojas escritas que tenía que haber transcrito al blog). Estamos bastante emocionados por un lado, y algo jodidos por el otro, porque no nos gusta dejar a nuestra tribu tantos días solos. Sabemos que estarán bien, porque mi suegra dormirá en casa para que Pedro no tenga que moverse de su espacio, y estará la chica que nos hace de canguro, que estudia pedagogía y tiene un feeling cojonudo con ambos, pero aún así... supongo que haremos unas veintemil llamadas telefónicas más que cuando estuvimos en Patagonia. Es lo que hay. Al menos hasta que sean lo suficiente mayores para poder venir con nosotros, pero lo suficientemente jóvenes como para que quieran hacerlo. No sé exactamente dónde está el punto. ¿Entre los catorce y los dieciocho años? En cosas como estas es en lo que más echo de menos haber tenido padres y huellas previas por las que poder pisar. Siento que me sigo desenvolviendo en mi tribu como un pulpo en un garaje. Por eso en lugar de buena educación y límites, les enseño a hacer barrabasadas con el monopatín. Porque no sé dónde están las fronteras. Yo he pasado mi infancia respetándolas cuando ya me había dejado los dientes en ellas.

No pasa nada. Está Karlos. Él acumula mapas, traza rutas y educa niños. Y me coge el monopatín al vuelo y me dice "por ahí no" sin levantar la vista del libro.

Es su papel en mi ecosistema. Es nuestro comandante.