Madriz

Ya he vuelto. Lo hice el lunes, en realidad. Pero lo hice a medias, porque aún sigo con media cabeza y medio corazón en Reikiavik. Ayer leí una frase en un libro que decía que no debemos mirar ni hacia el pasado, ni hacia el futuro porque solo existe el presente. Me gustó mucho como concepto: solo existe el presente. Vale. Pues que solo exista mi presente. Me daré un día más de corazón islandés Y YA.

Me alegré de reencontrarme con mi tropa. El niño perro nos recibió como un saltimbanqui y el niño gato se angustió al descubrir que existe el hecho de que podamos faltar en casa más de 24h. Lleva dos días agarrado a la cinturilla de mi pantalón. Desde que se levanta hasta que se va al colegio. Desde que vuelve de la piscina, hasta que se acuesta. Solo me suelta para hacer los deberes e ir al baño (cosa que le agradezco sobremanera). Incluso en la cena, se sienta al lado y me agarra con una mano mientras come con la otra. Es mitad enternecedor, mitad cansino. Voy a darle un día más, igual que a mi corazón islandés y luego me pondré firme. No me gusta ponerme firme con él. Me mira con cierta expresión de ardilla que me hace recordar a mi hermano. Entorna los ojos, aprieta los labios y ahí está. Calibán con sus piernas enjauladas diciéndome "pero es que yo también quiero bajar..." cada vez que me veía escaparme a la hora de la siesta, descolgándome por el árbol.

Para mis debilidades no existe solo el presente, no. De hecho, campan a sus anchas en cualquier punto de mi vida y me dan por culo de una manera pasmosa.

Mira qué bonito... ¿volvemos?