Ya es de hoy pero vale por ayer

Son las 00:08h. pero esto me va a contar como "post diario."  Ya lo he pactado con Jon Karlos Z. ¿De qué te sirve tener al enemigo en la cama si no es para cosas como estas? Llevo tres días con dolor de cervicales. Y siete con sueño mortal. Como si tuviera la sangre espesa y la cabeza llena de aire. Lo único que me pide el cuerpo es dormir, y dormir, y dormir, y quitarme al perro pequeño de los tobillos. Porque SIEMPRE está ahí. Siempre. Con los dientes enganchados al bajo de mis pantalones y dando cabezazos. Me lo llevo por toda la casa de paseo, arrastrando el culo de pollo por el parquet, y agarrado a mi pernera. Lo de jugar con mis tobillos se ha convertido en su afición favorita. Si yo fuera Karlos, o Pedro, le diría CANUTO-NO con voz enfadada y Canuto aprendería, pero como soy yo, me limito a levantar la pierna y al perro con ella, y reírme. Y cuánto más gracia me hace, él más me mordisquea en plan "lucha-humano-lucha." La verdad es que es muy simpático. Me da pena que crezca. Ninguno deberíamos crecer. Por lo general perdemos toda la gracia pasada la barrera de los doce años.

Esta Nochebuena se me ocurrió montar una especie de celebración de saturnalia, e instaurar la noche del regalo absurdo. Fue un éxito. Llenamos los pies del árbol de Navidad de paquetes con minichuminadas. Había cosas muy bizarras (como cierto cuñado mío que se llevó un pelador de ajos) y otras que no estaban nada mal. A mí me tocó un hombre sonriente y un pastillero moruno. El pastillero moruno me gusta mucho, porque brilla y el cuervo que hay en mí lo agradece. Y el hombre... la verdad es que cuando llegó no estaba tan sonriente, pero tardé dos nanosegundos en reconvertirlo al buen humor. No quiero nada cenizo alrededor. Esto está a punto de acabarse y el que acaba un año cenizo, recoge un año cenizo. Nunca más. Desde ahora y hasta mi último día... Saturnalias felices.