Cuerpo de zapatilla y corazón de vodka

Llevo cinco horas de sueño intermitente en el cuerpo y mañana trabajo, pero tengo que escribir porque si no, Jon no me devuelve mi pasta. Que por cierto... ahora la necesito con intereses porque en la timba de Año Nuevo he perdido 30€ más. De verdad, menos mal que ya no quedan noches navideñas, que si no, menuda ruina. El año que viene, como no sea al tragabolas o al cocodrilo sacamuelas, conmigo que no cuenten para jugarme ni un euro. Y de las zapatillas rojas me voy olvidando, salvo que las rebajas de enero vengan con un billete de 50€ que encuentre olvidado en algún bolsillo de algún pantalón viejo (cosa que dudo porque como buen ruinoso que soy, pantalones tengo dos y están más que controlados en el caos de mi armario).

Me lo pasé muy bien anoche. Jon Karlos compró cohetes. ¡Cohetes! y nos dió una alegría muy absurda. Sobre todo a mí. Los niños y los zánganos somos los únicos seres que disfrutamos de verdad con los cohetes navideños. Al principio temí un poco por los perros, pero la verdad, tampoco es que se asustaran demasiado. Un leve respingo y un rumblerumble entre dientes. Y los gatos, directamente ni se inmutaron. Son gatos jedis destrozadores de pasadizos. Están acostumbrados a vivir al filo del peligro. Canuto fue el peor parado. Ese sí puso cara de sapristi con el último cohete y se lanzó directamente al aligustre. Pobre Canuto. Todavía está en categoría padawan y no controla muy bien la locura de nuestra casa. No pasa nada. Cuestión de tiempo.

Pasadas las uvas y el 2014 se nos fue la mano con los amigos y llegaron bastantes más de los que esperábamos, pero intentamos ser más o menos coherentes con el vecindario (después de los cohetes y los miniperros voladores era lo mínimo). Controlamos alcoholes, gritos, músicas y broncas, y la verdad es que lo pasamos bien. La reunión terminó esta mañana, con un chocolate y unos churros, por aquello de ser fieles a las tradiciones absurdas. Luego a Jon Karlos se le puso en la punta del nardo montar un partido de rugby y allá que se fueron todos, secundando la primera ida de olla del 2015. Rugby. A las 11h., después de una noche de juerga y sin haber dormido. Una idea superbonita, sí. Tan superbonita, que yo la celebré despidiéndoles con la manita y yéndome a dormir. Jon me subió en volandas hasta la cama. "Voy a matarme un rato con los otros niños y vuelvo enseguida." Tres horas ha podido dormir él. Puedes imaginarte el panorama en estos momentos. Somos dos auténticas alegrías de la huerta. Encima el estómago me está haciendo buga-buga-buga. Creo que ya me estoy acercando al límite de sus posibilidades. Como no llegue pronto el roscón de reyes no sé qué va a ser de mí. Los gatos serán jedis y el miniperro padawan, pero lo que es mi hígado... Ese sí que sabe realmente lo que es caer en el lado oscuro.