Ariel S.

Hoy me he quedado con algo que no era mío. O que no sé si era mío. Lo ha traído una mensajería a mi trabajo, y venía a mi nombre. En un paquete de envoltorio azul con cinta blanca, pero sin remitente, ni pistas. Solo "destinatario: Ariel S." Hay dos Arieles en mi trabajo, pero Ariel S. solo yo. En la caja había un colgante con un círculo de cristal y un cordón de cuero. Era bastante chulo y parecía caro, así que he preguntado, he indagado, y como nadie sabía nada... me lo he quedado. Lo he dejado en el cajón hasta el lunes. Si nadie lo reclama, me lo quedaré definitivamente. Pensaré que me lo envían los djins del destino absurdo. Jon no quería que me lo quedara. Ha venido a buscarme al trabajo con su expresión de niño enfurruñado. A lo mejor pensaba que iba a sustituir su diamante negro. Qué tontería. No hay nada en este puto mundo que sustituya su diamante negro. Me enterrarán con él, ya te lo digo (verás que alegría para los arqueólogos del futuro lejano). Mi diamante negro es muy importante para mí. Más que el shemir de la abuela Agra. Más que mi anillo de boda. Más que nada. Ese diamante es Jon y lo simboliza todo. Si alguien quiere quitármelo, tendrá que separarme la cabeza del cuerpo.

Sí, ya... no debería dar ideas, lo sé.

Luego le he acompañado a que se cortara el pelo a una peluquería muy pija. De esas en las que me siento como un pulpo en un garaje. Ha entrado en la peluquería como si aquello fuera el salón de su casa. Dando saludos y abrazos a todo el mundo. He flipado bastante. Siempre flipo con su capacidad de empatía social con los que le rodean. Sobre todo porque es serio como un ajo. Es muy desconcertante que a pesar de su seriedad, llegue a relacionarse con la gente mil veces mejor que yo. Me ha presentado a su peluquero. Un tipo bajito, israelita, que se llamaba Francisco. El peluquero israelita. Qué buen personaje de novela. Me ha estrechado la mano "Encantado, Ariel. Vamos a ver si convences a Jon para que se vaya tiñendo las canas ¿eh?" "¿Qué canas? A Ariel le gusto así ¿a que sí?" He debido de poner cara de lemur. "Sí...er... a mí me gusta de cualquier color." Más risas. Qué mal me desenvuelvo entre ojos nuevos. Como si empequeñeciera.

Le estoy mirando ahora mientras termino de escribir esto. Está sacando un pijama limpio del cajón. Huele a ducha y loción de afeitado. Tan guapo. La luna llena me sube por el bajo vientre. Ganas de levantarme a morderle algo. Igual que cuando iba a las pistas del Canal solo para cruzarme un segundo con él.

Es verdad que me gusta de cualquier color. De cualquier forma. De cualquier modo. Espero que dure siempre. Es la mejor sensación del mundo.