La vida a mis espaldas

Casi un mes esperando a que vinieran a instalarme la fibra óptica para ahora enterarme, tras 45' de discusión surrealista con movistar de operador en operador y de teléfono en teléfono, que el empanao que me tramitó la solicitud, en realidad ni la tramitó, ni consta por ninguna parte. Juro que si ahora mismo le tuviera delante, tranquilamente procedería a meterle el cable del teléfono por el recto, con auricular incluido y hasta con mano, brazo y codo. Debo tener las orejas como dos berenjenas. De verdad que tramitar cualquier incidencia telefónica con movistar es como lanzarte de cabeza en la guarida del conejo blanco, empapado en absenta y puesto de ácido. O abrazas el absurdo absoluto, o te ahogas buscando un gramo de coherencia que JAMÁS llega.

Me ha pedido Jon que vuelva a contar historias sobre mi vida pasada, como cuando hice el post de la polla del Señor Lamusco. Que Jon me pida algo es una puñeta, porque le basta una mirada plateada de las suyas para que yo esté dispuesto hasta a venderle a mi madre (aunque ya la pobre no le sirviera más que de pisapapeles). Le he dicho que no hacía falta que yo transcribiera ninguna historia por aquí, porque él podía disponer de todos mis cuadernos de cuando era niño, pero dice que hay cosas que no logra descifrar. No me extraña. La verdad es que la mayoría de las veces no me descifro ni yo. Y eso de adulto, que ya de niño... ni te cuento. Al final he pactado con él hacerlo una vez por semana. No quiero sangrarme mucho, ahora que por fin soy bastante feliz. Aunque tampoco es tan mala idea ¿no? al fin y al cabo si uno quiere matar fantasmas, en algún momento tiene que decidirse a sacarlos del baúl.

Los míos volarán alto. Sobre todo no te asustes ¿eh? piensa siempre que es la vida a mis espaldas. Y lo que queda a la espalda nunca importa.