Locomotoras y vagones de carga

Ayer falté a la cita. Perdón. La verdad es que fue un día un poco raro. Jon Karlos volvió, lleno de arena y oliendo a cabra el pobre, como siempre, pero desde que pisó Torrejón no ha dejado de trabajar como un burro. Prácticamente lleva 40h. sin parar más que para dormir. Con el móvil del trabajo sonando a todas horas, rodeado de papeles, mapas, datos, archivos...No sé exactamente lo que está haciendo. Elaborar algún informe detallado de veteasaberqué en veteasaberdónde para alguna alta esfera tocapelotas. Pero desde luego le tiene comido el tiempo libre. Por no poder, no ha podido ni entrenar para su carrera de chiflados (este año corre una ironman. No sé cuál. Una de esas de reventarte el bazo a base de zapatilla). Esta mañana ha venido mi cuñada a traerme una veganidad de las suyas, y al verle encerrado en el despacho entre papelotes, le ha dicho "no puede ser que vengas de El Líbano y te pases el fin de semana trabajando. Tienes una familia. Se merecen un poco de atención." La he echado diplomáticamente. Me ha cabreado un poco que le viniera con esas. Quiero pensar que el poder del puerro le habrá dado un subidón de solidaridad familiar o algo así, pero lo cierto es que me ha parecido equivocada y fuera de tiesto. La pareja, la familia, no debería estar jamás para lastrarte y condicionarte, sino para darte apoyo y acompañarte. No quiero que Jon nos vea como si fuéramos otra obligación. Ni lo somos, ni lo seremos nunca. Al contrario. Estamos aquí para sostener la tienda cuando él no pueda sostenerla. Ya me lo dijo Pedro la última vez. "Cuando Jon no puede, yo saco los perros." Pues eso. Cuando tú no puedes, yo sí. Y cuando yo no puedo, tú sí. Si hay algo que he aprendido con mi currículum de relaciones, es que como le toque a uno solo hacer de locomotora, tiene un 150% de posibilidades de acabar del otro hasta los cojones. No quiero eso en mi vida. Nunca más. Ni quiero ser locomotora, ni quiero ser vagón de carga.

Los dos, conductores de relevo. Y punto pelota.