Ya

No quiero estar más moñas. Ya está. Ya pasó. Lo echaré de menos como un cabrón. Ya lo hago. A todas horas. Pero ya es bastante. No me gusto cuando me veo con esta cara de subnormal permanente y estas colgadas mentales que me dan. Y tampoco le gusto a los demás. Jon me deja comer bollos industriales. ¿Desde cuando me deja Jon comer bollos industriales? ¿eh? pues desde que me ve con ESTA CARA DE IMBÉCIL TOTAL. Tengo que volver a ser yo. Le dí una buena vida. La mejor que pude, de verdad. Y como dice Marta, también intenté darle una buena muerte. Ahora le recordaré como era cuando estaba sano. Obesillo, zampabollos, pacífico, feliz, pesadote, pegajoso, cobardica.Y ya. Ya ha sido bastante pena. Tengo que concentrarme en los que me quedan. Ese es el objetivo de una vida feliz ¿no? saltar lo que dejas detrás y concentrarse siempre en lo que tienes delante. Pues eso. Delante hay tres niños, un vasco, tres perros, dos gatos, una chinchilla y un loro.

Tengo endocrina nueva. Cuando estoy triste siempre me apetece castigarme, así que he pensado que era un momento estupendo para intentar solucionar lo de mi falta de chichas. A esta me la recomendó Gustavo porque le ha hecho adelgazar 10 kilos sin esfuerzo y con cariño. Y él es cocinero. Digo yo que para hacer adelgazar a un cocinero... mucho cariño es ese. Así que he dado por supuesto que para engordar también valía y he ido esta tarde. La doctora es lo más curioso que he visto en mucho tiempo. Pequeñita, apergaminada y con el mismo movimiento y habla, que la vetusta morla. De hecho ha tardado cerca de hora y media solo en pesarme y medirme, y otra media hora más para recetarme una ecografía y unos puñeteros análisis. Y todo porque es como una especie de camaleón con vocecita de muppet. Hasta mirarte lo hace despacio.

Ya no sé cuántos endocrinos he visto (y enemistado) ya. Espero que sea la definitiva.  O... poniendo metas algo más posibles... que me dure hasta el verano.