Pena walpurgis

Me ha escrito un chico por twitter de Rivas que parece interesado en quedarse con Pepe Penas, nuestro perro sin papeles. Y tiene casa baja con patio, así que no parece un mal dueño, aunque eso no nos evite el pequeño minidrama con Pedro desde que se lo dijimos anoche. Esta mañana ya no ha querido desayunar y ha decidido no mirarnos. Ni siquiera ha querido bajar a jugar con su ordenador, y permanece encerrado en su cuarto, sentado en la cama con el perro y mirando a la pared. Así le he dejado cuando me he ido a trabajar y así me dice Jon que sigue en este momento. Intuímos que así seguirá por la tarde, y por la noche y mañana. Ni una lágrima y ni una palabra. Y por supuesto, se ha desconectado el implante. Jon es estricto en sus crisis, porque es cierto que es la única forma de sacarle de ellas, así que seguirá poniéndole la comida en la mesa a sus horas para que baje a comer o se quede en ayunas. Suponemos que hasta que lo supere, elegirá la segunda opción.

Estamos en una completa desazón entre pensar que es un disparate que el perro se quede con nosotros, y reconocer que ha sido el único que ha despertado un poco el corazón blindado de nuestro niño walpurgis.

De verdad que cogía al que me metió al perro y le pasaba los huevos por la mandolina.