Cine

Hemos llevado a María a ver su primera película de cine. Eso es algo muy importante ¿no? La primera película en el cine. Yo recuerdo la mía. Recuerdo haber ido con mi abuela Agra al cine del pueblo a ver Los Rescatadores en Cangurolandia. Una de esas películas de cuando Disney era poco espectacular y bastante mierder. No recuerdo mucho de aquella primera película. Solo fogonazos de retina y sensaciones sueltas. Las pipas y las butacas de madera. Los viejos jugando al dominó en la cafetería del cine. El clanc de las piezas de sobre el mármol. Y el cielo oscuro con estrellas desde las ventanas de la sala. Porque la sala tenía ventanas. Pequeñas y muy altas. Así de cutre era mi primer cine. El de María no ha sido nada cutre. La hemos llevado a ver El Viaje de Arlo. Estábamos un poco preocupados, porque es nerviosa y tiende a comunicarse a gritos, pero una vez más ha reaccionado justo al contrario de como esperábamos. Ha sido apagarse la luz y ¡pluf! María ha desaparecido por completo. Hasta tres veces nos hemos tenido que inclinar sobre ella para ver si se había dormido. Pero no. Al contrario. Ojos muy fijos, pupilas dilatadas, boca entreabierta y estado de shock. Al terminar ha aplaudido furiosamente. Como aplauden todos los niños, chocando las palmas con los dedos hacia arriba. Me encanta esa forma de aplaudir. Nunca vuelves a aplaudir y a correr como cuando eres pequeño, te lo digo yo.

Estoy cansado y somnoliento. Es la falta de fibras y azúcares. Te juro que no veo el momento de que por fin me hagan la maldita gastrocolonoscopia del demonio y pueda volver a comer algo que no sea sopicaldo y jamón york.