Yo. A las Maldivas.

El día 20 estuve vomitando como si no hubiera un mañana así que no pensaba que ayer al final pudiéramos celebrar ni cumpleaños, ni puñetas. Pero lo hicimos. Vaya si lo hicimos. Hasta las mil y poco. De hecho esta madrugada, a dos horas de que amaneciera aún estábamos Jon y yo sentados en la terraza mirando mapas y haciendo planificaciones de MI REGALO DE CUMPLEAÑOS DE LA HOSSSSSTIA. Esto es: nueve días de buceo en las islas Maldivas (sin desmerecer para nada la camiseta de Pedro y Simón serigrafiada con sus propias manos, ni el llavero-emoticón de whatsapp que me regaló mi Maríamemato.

No es solo porque ya se me haya levantado el veto para bucear (recordemos aquí el incidente de pulgares y medioasfixia que tuve la última vez en Cabo de Palos, por el que Jon K. puso a dios por testigo que JAMÁS me volvería a dejarme hacer el listo por allí abajo), también es porque me ha enseñado las fotos y voy a un auténtico y jodido paraíso de cabañitas sobre aguas esmeraldas, palmeras y arenas blancas. Dice Jon K. que si fuéramos a su manera, cogíamos dos mochilas y una muda y nos buscábamos la vida, pero que como es un regalo de cumpleaños, y solo tendremos una semana, lo vamos a hacer a la manera turista. O sea, barco y resort.

Vivo sin vivir en mí. Y eso que aún tengo que esperar algo así como una tonelada de meses para que no nos pille el monzón de verano y me termine de asfixiar entre lluvia y lluvia. Pero no me importa. Me da igual. Me voy a las Maldivas. A las Maldivas. Yo. Yo a las Maldivas. A las Maldivas yo. Sí. Yo. A las Maldivas.

Yo.