Mejor el otoño

Hoy vuelvo a meterme en la peluquería a raparme la cabeza. Empiezo a encontrarle el punto a esto de no tener 18 kilos de tirabuzones absurdos encima del cráneo tapándome las orejas. Y es una puñetera maravilla el poder enchufarme con la manguera por las tardes, cuando voy a regar al gato, sin pasarme las siguientes 6 horas soplándome la nariz con pinta de perro de aguas. Y lo cierto es que lo de la pinta marine no me favorece una mierda, porque tengo cara de de niña de comu y sin pelos no hay parapeto donde esconderla, pero mientras sigamos con los 35 graditos madrileños mis dos únicas opciones van a ser raparme o raparme. Luego cuando venga el invierno ya el demonio dirá. Ahora necesito operatividad.

A Jon le mola el pelo nuevo. Es su descubrimiento repentino del mes. La verdad es que las evidencias eran numerosas. Sobre todo porque desde que me lo corté, da por culo con la cámara y las fotitos un 75% más que antes (recordemos aquí lo de la cara de niña de comu y reflexionemos en lo superfeliz que me hace ver mi pinta de idiota en todos sus archivos). Le dije medio en broma-medio en serio, y con la obscura intención de que un poquito de cargo de conciencia me librara de las últimas 458.297 fotos, que me desasosegaba mucho eso de que un mando militar sintiera atracción sexual por las cabezas rapadas, pero me contestó que la única cabeza rapada por la que sentía atracción sexual era por la que llevaba yo encima, y me cerró el pico para siempre jamás. Ahora no me queda otra que tragarme el piropazo y aguantar con estoicidad de samurai lo de los flashazos en las narices hasta cuando estoy meando.

Si al menos fuera otoño me quedaría la opción de la bolsa de papel con dos burejos para los ojos, en plan hombre elefante, pero ahora tal y como está la temperatura media madrileña... como no me guarde un surtido completo y las vaya metiendo en el congelador...

¿Lo ves? hasta para eso, mejor el otoño. Siempre. Siempre otoño. Para todo.