No llevo ni cuatro días trabajando y ya me he prestado para otra escabechina de peluquería para un curso de los de online. Cien euros me han ofrecido. Eso son muchas camisetas. Estos cabrones cada vez juegan más sobre seguro. Mi minuto de indecisión no ha llegado ni a cumplirse. Allá que me he tirado en plancha con un sisisisisisí. Cien euros son cien euros, y el pelo se afeita y crece. Que todas los problemas sean como ese. Además, ya me habían teñido de fucsias y verdes el flequillo en anteriores ocasiones, así que soy un hombre curtido en cabezas imposibles. Vamos... ni aunque no me hubieran hecho nada antes. Desde la cuna soy un hombre curtido en cabezas imposibles.
Lo que pasa es que al final la realidad acaba superándose, como siempre.
He estado ahí sentadito, con mi batita peluquera, sin espejo ni nada, porque se grababa en vídeo directo y no era cuestión de sacar mi cara de pánico supongo, así que no me he enterado de una puñeta de lo que estaban haciendo hasta que el de la cámara ha dicho "listo" y me han pasado un espejo.
Negro zaino. Pero negro, negro, NEGRO, como el culo de un cuervo. Y mechones azul pitufo cruzándome la cabeza desde la punta hasta la nariz. Que sí. Que así alisado como si me hubiera lamido una vaca puede quedar simpático modernoabsurdo y tal, pero verás tú cuando me lo lave y se vuelva a rizar. Voy a estar preparado para el próximo Halloween simplemente con ponerme una nariz roja, una flor de agua y unos zapatones.
Hoy amenazaba tormenta así que he venido con un gorrito de lluvia de cuadritos en la mochila por si me caía la del pulpo. Cuando lo he metido esta mañana he pensado "joder, tengo que cambiar este gorro, que parezco un payaso con él..." Pues mira. Ahora mismo no tengo dedos suficientes para agarrármelo bien fijo en la cabeza. Por hablar.