Zarautz

Me odias un poco por todo este silencio ¿no? Es que esto está siendo un poquito agotador. Llevamos un no-parar de quita, pega, rasca, pinta, clava y ando un bastante cansado física y mentalmente. Lo primero se traduce en el dolor de brazos y piernas que arrastro y lo segundo en que cuando dan las nueve me pongo a jugar a videojuegos como si no hubiera un mañana. Cuando yo me pongo a jugar a videojuegos en las horas que debería aprovechar para estudiar-dibujar-leer-escribir... es que la mente no me da más de sí.

Se nos echa encima la Navidad y no tenemos comprada ni una cigala. Ni hemos bajado el árbol. NO HEMOS BAJADO EL ÁRBOL. De aquí a nada me empezaré a agobiar. Nos han dicho que la fiesta de Nochevieja + timba de mus, en nuestra casa. Eso son unas 20 personas a tomar copas. Todos amigos de Jon (recordemos aquí que yo no tengo amigos porque soy el grinch), así que todos gigantes, ruidosos y simpáticos. Y bebedores al estilo marinero turco. Nuestra casa es perfecta para las fiestas de Nochevieja porque es grande, está aislada (más o menos) de vecinos, y nuestros niños son sordos. Dime tú qué más se puede pedir a una fiesta que semejante entorno. A mí no me gustan las fiestas, ni la gente, ni el chinda-chinda, ni nada de eso. Por mí, nos quedábamos felizmente Jon y yo tranquilitos viendo pelis y chupando peladillas (no. No es un símil guarro. Peladillas de verdad), pero con los años he aprendido a mimetizarme en cada festival y no se nota demasiado que en realidad estoy deseando que se vayan todos y acostarme para empezar a dormir el 2017. No creas que es porque ya me acerco a los 30 ni nada de eso. Yo directamente nací ermitaño de cueva. Así que en realidad me alegro de haber terminado con una persona diametralmente opuesta. Hasta el color más chulo necesita mezcla en esta vida para lucir bien.

Le voy a meter un cambio al blog. Ya toca. No te me asustes mucho ¿eh?