Anything goes

Ha venido el frío, por si no te habías dado cuenta. La minipiscina hinchable de María, esa que cuando llegue Abril tendremos que tirar, ha dado esta mañana un cubito de hielo gigante redondo e impecable. Jon ha sacado a los perros con tres capas de manta, cortafríos e impermeable, así que han debido ser hoy el hazmerreír de los perros monteses de la zona. Los pobres. Parecían tres macutos, cuando los he visto salir desde la ventana de arriba. Pero no era para menos, porque a las 6:00h. AM andábamos a -9ºC. Normalmente siempre salgo de la cama, me envuelvo en la bata, bajo, enciendo la caldera, y antes de volver a subir, salgo al patio por la puerta de la cocina, respiro a ver qué tal mañana hace y estiro un poco los bracitos al viento en plan saludo al sol. Hoy ni bracitos, ni patio, ni saludo, ni pollas. He corrido tanto desde la caldera hasta la ducha, que no se me han visto ni los pies. Y muy malamente, porque cuando la caldera se nos congela se suele apagar solita a la primer y hay que volver a bajar. Maravillosidades de las casas grandes con calderas antiguas. Este invierno íbamos a cambiarla, pero aún no sabemos cómo será el futuro, ni si nos quedaremos aquí o nos mandarán a otra región, país o universo. Es una sensación extraña, no saber donde terminará tu pie izquierdo cuando avanzas el derecho, pero no te lo negaré... tiene un punto de locura satisfactoria. De que nada ha terminado y todo puede suceder.

Siempre me han gustado las vidas en las que todo puede suceder.